Reseña Clonaron a Tyrone: Ahí va el vecindario



En un barrio negro conocido como The Glen, tres conocidos comienzan a notar cosas extrañas. El traficante de drogas Fontaine (John Boyega), la trabajadora sexual Yo-Yo (Teyonah Parris) y el proxeneta Slick Charles (Jamie Foxx) están involucrados en la vida del otro de una forma u otra, pero últimamente, la forma en que sus caminos son cruzar parece un poco espeluznante. Las cosas se vuelven aún más extrañas cuando un evento aparentemente fatal parece haber sido revertido por fuerzas misteriosas, lo que envía al trío a buscar respuestas que finalmente los lleva a una casa desierta, un ascensor sorpresa y un laboratorio subterráneo. Allí, descubren que las fuerzas secretas son responsables de cosas como crear música que controle tu mente, infiltrar drogas psicoactivas en el pollo frito y sí, clonar personas en The Glen y poner duplicados en el mundo, todo mientras monitorean todo el vecindario.

Entonces, ¿de qué se trata todo esto? ¿Por qué Glen está en el centro de esta conspiración y qué tiene que ver con la vida hogareña distante y distante de Fontaine? Algunos de los secretos de la película se revelan fácil y felizmente en los tráilers, mientras que es mejor dejar otros sin revelar hasta que los veas por ti mismo. Sin embargo, lo que es evidente de inmediato es que Juel Taylor tiene un dominio firme y cargado de florituras de todo el alcance de esta narrativa, y eso lo hace capaz de llevar todo el asunto a un territorio tonalmente desafiante pero, en última instancia, bastante gratificante.

Lo que el público notará primero, gracias en parte a las grandes actuaciones del trío principal de estrellas, es la combinación de la película de diálogos cómicos ultrarrápidos y fotografías suaves como la seda inspiradas en Blaxploitation, realzadas por una textura granulada que recuerda deliberadamente el películas de acción urbana de los años 70. Fontaine, Yo-Yo y Slick Charles hablan rápido, lanzan referencias a la cultura pop como si fuera su trabajo e infunden cada momento de la historia con una especie de tensión narrativa emocionante, incluso cuando hay poco en juego y el momento puede pasar de manera predecible. Luego está el aspecto de la película, que por supuesto recuerda una cierta época del cine negro, pero también crea una realidad casi onírica en torno a los personajes. The Glen es un barrio americano reconocible, sí, pero a través de todo, desde la paleta de colores elegida para los coches hasta la señalización y los anuncios de televisión que se reproducen de fondo, está claro que hay algo fabricado en el trabajo, algo que no es del todo real, algo que amenaza la vida de los tres protagonistas.



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